Hablar sobre la muerte con los niños
A través del tiempo, hablar sobre la muerte se se ha convertido en un tabú por diversas razones entre las que destacan: las creencias religiosas y culturales.
La percepción de la muerte como un castigo, el miedo a no merecer el cielo o la representación de la muerte como persona, son algunos ejemplos. Tal es el caso de la vestimenta negra en periodos de luto. Hace cientos de años se tenía miedo de que el alma de los fallecidos saliera de su cuerpo y se introdujera en los cuerpos de los vivos. Por eso, algunas tribus se pintaban de negro para esconderse. Más adelante, en sociedades más civilizadas, se creía que la muerte andaba suelta llevándose a quien se encontraba, por eso, al vestir de negro se podía pasar desapercibido y evitarla.
La muerte se ha caracterizado por ser un tema peligroso e inquietante, no solo nos lleva a evitar el contacto con los muertos, los moribundos o los recién fallecidos, sino también a abstenernos de hablar de ella, es más, incluso a pensar en ella.
En los procesos de duelo, no hablar sobre la muerte nos conduce a una actitud de negación y evitación, sin embargo ser abiertos sobre la muerte puede calmar nuestros miedos. Puede ayudarnos a valorar más la vida y a pensar en la atención que nos gustaría recibir cuando sepamos que estamos por morir.
Si lo único de cierto, es que todos moriremos, resulta indispensable que la muerte deje de ser tabú. La muerte es algo con lo que debemos convivir y hacer parte de nuestras vidas.
“Lo último que me dijo por teléfono fue: al rato regreso, ya en unos días nos vemos”…
Cómo hablar de la muerte con los niños
Si bien quisiéramos que nuestros niños no sufran la pérdida de un ser querido, es inevitable que en algún momento de sus vidas tengan que experimentar dicho duelo. No hablar de ello, no dar respuesta a sus inquietudes, y no hacer lo posible por contener sus emociones, deja vacíos existenciales que de adultos se manifiestan de forma nada favorable.
En los últimos años trabajé en dos casos que tomaré como ejemplo. El primer caso, en la familia murió la mamá por una enfermedad de esas que van acabando con la vida. Las hijas no habían requerido ningún tipo de ayuda hasta pasados 8 años.
En el segundo caso los hijos habían sido llevados al psicólogo en varias ocasiones, pero el tema del asesinato de su papá, el cuál ambos habían presenciado, había sido bloqueado. Llegaron a consulta tanatológica 12 años después.
La muerte no es un tema fácil de discutir, pero tener conversaciones al respecto puede ayudarnos a sentirnos un poco más cómodos con la idea. La incertidumbre, la mentira y la duda, dejan cicatrices en la infancia que más tarde cobrarán su significado en la edad adulta.
Regresando al caso de la primera familia, las chiquitas sabían que su mamá estaba enferma. Les había tocado cuidarla, prepararle la comida y acercarse a peinarla o a leerle un libro. La madre iba y venía del hospital. Había dejado de trabajar y se recuerdan los últimos años muy cercanas a ella. Cuando la mamá se va al hospital por última vez, no regresa. Las niñas se sintieron profundamente traicionadas por las abuelas, tías, papá, incluso por la mamá. “Lo último que me dijo por teléfono fue: al rato regreso, ya en unos días nos vemos”. Todos les dijeron siempre que regresaría y que todo estaría bien. Ambas recuerdan que las personas que las cuidaban les decían que “si no se portaban bien y eran buenas niñas, mamá no regresaría.” Culpa que cargaron durante años.
El acompañamiento psicológico holístico consistió en hacer un recuento de la historia. Una vista con compasión de todos los involucrados, para entender que, en aquel momento, no tenían las herramientas para afrontar los hechos. Un análisis sobre las actitudes actuales que no les permitían establecer una buena relación con amigos y sobre todo con su papá.
Una de las repercusiones más graves cuando no hablamos del tema y cuando no se dice la verdad, es que los niños crecen con la idea, sobre todo si son muy pequeños, de no tener mamá. Ojo, si tienen, nada más que no está presente, se murió.
Los niños tienen muchas preguntas sobre la muerte y evitamos responder por decir algo incorrecto. No queremos empeorar las cosas y optamos por mejor no decir nada en absoluto, pero la duda y la incertidumbre ahí se quedan. Es mejor decir que nosotros tampoco tenemos las respuestas y es un buen momento para compartir nuestras creencias al respecto. A los hijos hay que hablarles con la verdad, claro, todo de acuerdo a la edad, pero siempre con honestidad.
«¿Por qué murieron?… ¿Vas a morir?… ¿Yo moriré? … ¿Qué pasa cuando te mueres? ..
Dentro de la verdad hay que utilizar las palabras correctas y adecuadas: muerte, se murió, todos moriremos y evitar la tendencia de utilizar frases como: perdió la batalla, Dios se la llevó, etc. La muerte es innata a la vida, todos moriremos, incluso nosotros. La muerte de ninguna forma es un castigo ni algo que Dios quiera.
Poner fin al silencio sobre la muerte disminuye los terrores y conduce a un nuevo enfoque en la calidad de vida de los pacientes moribundos y sus familiares. Iniciar la conversación al respecto, sin importar cuán incómoda o difícil sea, puede ayudar a todos a ver y lidiar con la ansiedad por las nuevas formas que vendrán.
Los niños suelen hacer muchas preguntas, dentro de las más comunes están:
¿Por qué murieron? Los niños tratan de encontrarle un sentido a la muerte. Es posible que quieran saber qué causó la muerte, y debemos intentar responder la pregunta al nivel del niño. Por ejemplo, » Se cayó esa casa en el temblor y tu abuelo es quien estaba debajo del techo».
¿Vas a morir? ¿Yo voy a morir? Es posible que los niños comiencen a darse cuenta de que las personas que aman pueden morir. Hacerles saber que todo lo vivo muere desde edades tempranas, puede facilitarnos el diálogo cuando lleguen los momentos difíciles. Hay que evitar minimizar la muerte de las mascotas, el reemplazo de las plantitas, y no enfrentar todo aquello que nos permita tocar a fondo el tema de la finitud y vulnerabilidad de la vida.
¿Qué pasa cuando te mueres? La respuesta depende de las creencias personales o espirituales de la familia, sin embargo, es importante cuidar los fanatismos que puedan crear terrores innecesarios y tomar responsabilidad de las personas que se hacen cargo de los niños porque a veces sus ideas no comulgan con las de nosotros.
Si la muerte ocurre durante un evento traumático, como en el caso de la segunda familia, hablar sobre la muerte debe ser igual, desde la honestidad.
Las reacciones de los niños a eventos potencialmente traumáticos dependen de algunas cosas como: su edad y si anteriormente han pasado por un evento traumático, así como el tipo de apoyo que recibieron. La personalidad y el temperamento también influyen.
Los jóvenes de la segunda familia que presenciaron el asesinato de su papá, eran muy pequeños. Recuerdan las reacciones de su madre, la llegada de familiares al lugar y los siguientes días como entre nubes. Describen una época muy gris.
Cuando crecieron era más vergonzoso hablar sobre la muerte del papá que aceptarla.
Toda muerte inesperada puede resultar traumática y más si el deceso es accidental.
Hay eventos que causan traumas en algunos niños, pero en otros no. Es importante abrir los canales de comunicación, dejar que los niños hagan preguntas o hablen del tema, y permitir que vean a los familiares dudar y sufrir, así no se sentirán diferentes.
Ante una muerte como la que presenciaron estos pequeños, los pasos a seguir serían:
Comprobar el bienestar físico del niño, ayudarlo a sentirse seguro, mantener la calma y afrontar la situación. Decidir lo que el niño necesita saber y ser honesto sobre el estado de los demás.
Si alguien se lesiona, ha muerto o está desaparecido, hablar con los niños sobre este tema tan difícil. Tratar de explicar el evento de una manera que aporte verdad sin asustar.
Es importante hacerle saber al niño que se le dirá lo que uno sabe y lo que él necesita saber.
Se debe tomar el tiempo para escucharlo y explicarle las cosas de una manera que pueda entender y buscar ayuda. Contar con personas cercanas o profesionales que nos ayuden en estos momentos, no supone que estemos evadiendo, pero sí que busquemos apoyo en alguien que no se encuentre sobre la misma presión.
Ante la muerte, está bien que los hijos nos vean tristes o llorando. Es una buena idea explicar nuestros sentimientos, nos ayuda a escucharnos y les ayuda a ellos a sentir empatía.
Habla sobre la muerte con tus niños, puede que sea la conversación más difícil que tengas, pero también es una de las más importantes. Yo te ayudo.